se asoma Diciembre.

A Monique, conciencia, hermana y amiga mía.

Me sientro frente al papel con hambre de escribir. Respiro... aun no sé qué nacerá. Levanto mis ojos... respiro profundo. Mi mirada se encuentra con un calendario... y entonces lo entiendo.

Diciembre se vislumbra en el horizonte... y con él llega el recuerdo de ese teatro televisivo "a favor" de los niños discapacitados. Y se suma en mi mente el dolor por quienes padecen el olvido y la negligencia por ser diferentes. Por haber nacido en condiciones y con condiciones distintas a otros. Por haber sufrido el arrebatamiento de sus funciones "naturales" de vida, o la apariencia "normal" por algún accidente en su caminar sobre el destino. Este destino que parece más amargo que el de otros.

Hay, en mi localidad, un rincón-refugio de quienes mueren en la tristeza de saberse abandonados por cargar alguna enfermedad terminal que les arrebató a su famila, quien prefirió abandonarlos a encarar el costo de dinero, tiempo y esfuerzo de cuidar a alguien así. "La Casa de Paco". Refugio de muchos de ellos. Lugar que apenas subsiste, y aun así no se cansa de dar. No se cansa de recibir al necesitado de cuidados. No se cansa de regalar sonrisas. Visitaré el lugar, como lo hago de vez en vez, para aportar lo que pueda, que es siempre mucho menos que lo que se necesita. No salgo nunca orgulloso... ni siquiera satisfecho. Me voy herido con lo que siempre veo: el abandono a quien esta enfermo... y el abandono a quienes les cuidan.

Trae también Diciembre el recuerdo de Acteal y aquellos 45 indígenas que encontraron muerte cruel y traicionera... y a ello mi mente agrega lo de Atenco, lo de Oaxaca, lo de Zongolica, lo de Aguas Blancas, lo de Pasta de Conchos, lo de Tlatelolco, y lo de tantos lugares más donde los escupitajos del poderoso encontraron destino en el rostro de los de más abajo. Recuerdo con rabia el cinismo de nuestro entonces presidente, el gris Zedillo. Cómplice de silencios que encubrieron asesinatos no solo de políticos iguales a él, cuyas muertes saturaron por meses los espacios noticiosos, sino tambien encubridor de la muerte de muchos campesinos e indígenas que pasaron casi siempre desapercibidos por ser ellos... por ser así.

Pisé Atenco... lo recorrí con calma, mientras mi alma lloraba y mi sangre ardía... recuerdo aquella voz femenina que me narró la violación de su hija... y aquel joven que me contó su tortura de horas. Lloro ahora al recordarlo. Caminé también Acteal. Lo recuerdo entre sensaciones angustiosas. Murió ahí un poco de mí como murió un poco de mi patria... y nació algo en mí, como nació algo en mi nación.

Diciembre se vislumbra en el horizonte... y con él llega la ilusión... el sueño perseguido: el decrecer de la oscuridad y el ver nacer la luz para quienes se les ha negado.

Ya se escucha en mi pais el canto de un nuevo amanecer. Se escuchan gritos organizados y se organizan resistencias. Se escuchan pasos de multitudes que se adhieren al movimiento que buesca mejores rumbos para nuestro amado México.