Hace un año caminaba en California entre los gritos que nacían de reclamos sociales; hoy caminé en un rinconcito de Mexico, por pasillos con olor a medicina en "el hospital de los pobres".
Hace un año las exigencias de justicia encontraban eco en mi garganta; hoy, las plegarias por las vidas de niños que aprendí a querer encontraron refugio en mi pecho.
Hace un año peleaba por lo que sé justo; hoy peleo por lo que sé urgente. Antes justicia, hoy es por la vida.
Hoy no hubieron pancartas en mis manos; hoy fueron juguetes que encontraron su destino en las manos de los niños, y yo encontré mi paz en sus sonrisas.
Manuelito... un niño que aprendí a querer desde el día uno en el primer evento de
SONRISAS hace poco más de una semana.
Su sangre contaminada con leucemia no ha ensuciado su ánimo ni lastimado su nobleza.
Ayer, mientras los demás niños del Hospital General nos recibian entre sonrisas y aplausos, Manuelito, 4 pisos más abajo, recibía una nueva sesión de quimioterapia... una más... de otro de los 5 días que acude por semana.
No pudo subir a saludarme, pero me envió una palabra con su mamá...y bajé de inmediato. Su emoción al saludarme desde que me vió a la distancia me regaló lo que no se podría explicar en palabras. Su mano, a pesar de tener una aguja en la vena, se agitó emocionada mientras Manuel me sonreia... y yo, desde lejos, fuí contagiado por tan maravilloso gesto.
Prometí regresar hoy... y así lo hice.
No estaba ni en mi agenda ni en mi memoria el desfile que año con año cierra calles y avenidas aledañas al Hospital, para darle paso a los agremiados a los sindicatos que desfilan ante sus amos y líderes que, desde un asiento cómodo, ven como pasan frente a ellos quienes les enriquecen.
El desfile cortó la circulación en kilómetros a la redonda, pero no se interpondría entre mi mano con juguetes y la mano extendida de Manuelito... tampoco aquel policia que pretendió impedirme el paso para evitar que me atravesara al desfile.
Llegué a aquel pasillo que muere en aquel cuarto donde nace la esperanza... y aquel niño me recibió con alegría. Tambien estaba ahí Fancisco, otro niño de la fundación TMONA a quien pude conocer en el evento donde llevamos
SONRISAS a esa Fundación.
Al salir de ahí, caminaba extrañando a los amigos que me esperaban en California, de nuevo para protestar junto a ellos... pero sintiendome satisfecho de estar en un mejor lugar y por una mejor causa. Caminaba junto a los del desfile... y llegaron a mi oido las palabras de la Secretaria de los Burócratas: "compañeros, nosotros los burócratas somos los responsables de todo lo que sucede en la ciudad". Un grito se anidó en mi garganta: "¡¡Y TAMBIEN SON RESPONSABLES DE TODO LO QUE NO SUCEDE!! "
Pero el grito no salió... se guardó en mi alma esperando para mejor ocasión... y seguí caminando, sabiendo que, pese a muchos, hay personas que aun estan dispuestas a dar para construir un mejor pais o al menos un mejor día para alguien que lo necesite. A todos ellos, y en silencio, les grité un gracias que llenó de lágrimas mis ojos... mientras seguía caminando.