Anhelaba romper el silencio que atormentaba mis tierras áridas... pero parecía encaprichado a hundirme en el ayer de quien en el ahora no es más.
Le lloro una lágrima, sí. Pero es la última. Y en esa gota salada vierto todo: lo bueno y lo malo; lo que fué y lo que jamás sera. Y dejo que su ruta resbale por mi mejilla sin una mano que la intercepte... que termine de salir... porque quiero que haga su recorrido completo... porque en ella lleva el adiós.
Lo hago por aquel amor, que queda en mi como recuerdo lindo de algo que pudo ser pero no fué. Gracias por llenar mi memoria de momentos lindos. Mi vida te grita un fuerte gracias. Cito a Neruda, cuyas palabras he amado desde que busco letras por las noches: "Ya no la quiero, es cierto, pero cuanto la quise".
Lo hago también por mi, que necesitaba construir una nueva etapa. Cerrar ese libro ya gastado.
Lo hago además por este amor que ahora vivo... que es más grande que lo que alguna vez soñé. Un amor que me llegó de la nada, y se convirtió en mi todo. Un amor que me recuperó, que me sanó, y que me enseñó a nacer de nuevo.
Cierro el capítulo con esa frase que de repetirla la he gastado: "eso es ayer... esto es ahora"... y aun así, presiento que ese "hoy" sera mi "siempre"... siempre.
1 comentario:
Siempre es enriquecedor cerrar capítulos, que permitan avanzar en un presente esperanzador, como la poesía de Corintios 13: fe, esperanza y amor.
Buenos deseos para ti y para ella, amigo.
Monique.
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